martes, 10 de febrero de 2009

Watchmen


Alan Moore es conocido, en el medio de las historietas de ficción, como uno de sus exponentes de mayor elocuencia. “Watchmen” es una de sus mejores obras, sino la mejor de todas. El argumento La historia nos sitúa en un 1985 alternativo. Estados Unidos han triunfado en la guerra de Viet Nam, y Richard Nixon ha gobernado ya durante cuatro períodos consecutivos. La URSS ha invadido Afganistán, y se prepara para avanzar sobre Pakistán, precipitando un irremediable conflicto nuclear, que acabará con la vida sobre la Tierra. En este contexto, Rorscharch (Walter Kovacs), un oscuro vigilante urbano, investiga el asesinato de Edward Blake, un antiguo e inescrupuloso “héroe de acción” que trabaja para el gobierno americano, conocido como “The Comedian”. Tras investigar los detalles del asesinato (y sus secuelas) Rorscharch arriba a la conclusión de que se encuentra suelto un asesino de héroes enmascarados. Por supuesto, semejante investigación resulta, por decir lo menos, superflua, ante la inminente catástrofe mundial, pero el devenir del relato irá dándole cada vez más sentido ésta. Baste por ahora con esa sinopsis. A lo largo de sus doce capítulos, la historieta entretiene y envuelve. Sus personajes encantan y aterran. Son (o fueron) “héroes de historieta”, “caricaturas”, “monigotes”. Pasaron de la gloria a la infamia, y de ahí, a la lucha por la supervivencia. Apelan a lo primordial, también a lo sofisticado. Ninguno es un ejemplo de bondad, ni de maldad. Son todos (menos uno) seres humanos sufrientes y conflictivos. Entre ellos hay miedo, ambición, codicia, maldad, e incluso amor. Vale la pena echarles una hojeada.
La novela gráfica “Watchmen” es, huelga decirlo, una de las más excelsas manifestaciones del noveno arte, y su lectura resultará de provecho para todo aquel interesado en la ficción contemporánea, sin desalentar ni desilusionar al crítico lector de clásicos de la literatura. Su historia, muy elaborada, incluye personajes complejos (notablemente bien construidos, algunos de ellos), vivos colores, y un argumento envolvente e intenso (incluso tensionante). Recomiendo (gravemente) su lectura en inglés, por su poesía y realismo (realmente me parece implausible imaginar a esos personajes hablando en castellano).
A las gentes que no gustan (al menos, no en principio) del género, les digo: No se dejen llevar por la (aparente) puerilidad del formato. La historieta es más que unos cuantos monos con globitos, así como el cine es más que puras imágenes en movimiento. Perciban, en cambio, lo elocuente, lo clásico, lo imperecedero. De eso en “Watchmen” hay, y bastante.

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