viernes, 15 de mayo de 2009

Belleza femenina del día: KATTY KOWALEZCO


El atractivo sexual no muere después del matrimonio ni del parto. Puede que queden cicatrices o incluso ciertas arrugas, pero hay mujeres que, sobreponiéndose a esos terrenales y comunes inconvenientes, continúan cultivando un atractivo físico arrebatador, que demuestra que una mujer puede incluso llegar a mejorar con la edad (hasta cierto punto, por supuesto). Este es el caso de Katty Kowalezco.

Mujer dócil en apariencia pero altamente deseable y potencialmente fogosa, derroche de placeres sensuales entre las sábanas de una cama matrimonial que extraña el calor de sus ocupantes. Katty Kowalezco destaca por su personalidad sensual y maternal y un erotismo floreciente que la eleva al celestial trono de las “MILF”[1], categoría muy de mi predilección y que designa a aquellas mujeres de cierta edad (digamos, 35 a 45 años terrestres) que, ya habiendo experimentado la maternidad y el matrimonio, siguen despertando pasiones desbordantes en los muchachos (algunos de los cuales probablemente sean compañeros de curso de sus hijos). Esta clase de damas suelen destacarse por detentar atributos físicos fácilmente envidiables por una veinteañera: senos turgentes y voluminosos, curvas generosas, facciones estilizadas y regulares, y una voz profunda que llama a beber de su néctar vital. Así es Katty.
[1] Vid. “American Pie”

House: droga, genio y locura

La locura y la drogadicción son constantes que advertimos en una diversidad de héroes y antihéroes posmodernos, quienes habitan los espacios de la ficción en un peligroso transe de lucidez carismática y profundo delirio. Incluso podríamos decir que la droga –que conduce a la demencia- forma parte de un contenido poético-romántico que subyace a la estética de estos personajes y que constituye la viga maestra de la construcción mítica del poeta maldito y del genio atormentado. Ante esta relación entre droga, genio y locura, me pregunto por qué la ficción posmoderna insiste en repasar este tipo de personaje. Yo creo que es para retratar la fragilidad del espíritu humano, que coexiste con sus más excelsas manifestaciones y, ante todo, con la poesía en todas sus formas.
Así como los cristales y porcelanas más preciosos se pueden romper fácilmente, el alma de estos héroes atormentados es brillante, pero está sujeta a próxima corrupción. Así lo hemos visto en Rimbaud y los poetas malditos, todos muertos antes de llegar a la madurez de sus pasiones. Elvis Presley, James Dean, Jim Morrison y Kurt Cobain perecieron también -pese a su genialidad- antes de sus días. Y aun aquellos personajes que no han muerto, cayeron al vacío, víctimas de sus obsesiones y adicciones: “la luz que es dos veces más brillante brilla la mitad del tiempo”. Así fue como Tyrell, de “Blade Runner” plasmó en palabras la esencia trágica del héroe atormentado.
Es así como House, un sujeto a todas luces descollante y genial, lleva su mente a límites oscuros y tormentosos. El dolor que siente lo abruma. No puede subsistir normalmente sin vicodina, ni está (hasta ahora) dispuesto a hacerlo: “ellas (las píldoras) me dejan hacer mi trabajo y me quitan el dolor”[1]. Su personalidad narcisista le impide trabar vínculos íntimos con la mayor parte de las personas, salvo con su amigo Wilson, quien, como oncólogo y hombre sensible que es, comprende mejor que nadie a House y lo ayuda en cierta medida a soportar su insoportable soledad y su permanente vacío existencial. Con todo, House cae una y otra vez en una espiral de miseria e introspección autodestructiva, presa de su adicción y de sus permanentes obsesiones. En el episodio final de la quinta temporada (el último que han dado) House se da cuenta de que ha estado alucinando y ya no puede practicar la medicina. Ante ello, decide internarse en un hospital psiquiátrico. Se trata de un final francamente triste para la temporada, aunque dramáticamente eficaz y atrevido: la locura finalmente ha interferido en la hasta ahora dominante lucidez intelectual que caracteriza al personaje. Es así como se completa la triple entente de droga, genio y locura, que caracteriza a algunos notables héroes posmodernos y que nos dice que, en nuestra época de dudas y angustias, ni mantener la cordura es posible ni la genialidad es tal sin una chispa de locura. Afortunadamente, no estamos frente a un desenlace definitivo, sino ante una transición entre temporadas. Esperamos con ansia la continuación.
[1] “They let me do my job and they take away my pain” (En “Detox”, Primera Temporada)