viernes, 24 de abril de 2009

Homenaje al Mamut

En el día de la Tierra me he propuesto rendir un sentido homenaje a una de las bestias más notables que alguna vez haya caminado por este planeta y que lamentablemente no hemos podido ver jamás en carne viva.
En la naturaleza física hay muy pocas imágenes más majestuosas y sublimes que la de un mamut lanudo. Una bestia imponente, enorme, mayor que la vida misma. Estos felpudos gigantescos moraron durante edades estelares y prehistóricas, desde los fríos páramos de la España glacial hasta las desoladas tierras de los zares, rodeadas de hielos eternos de incalculable belleza. Triste fue el hecho de que estos colosos perecieron y quedaron borrados de la faz de la tierra hace ya miles de años, probablemente a causa de la caza cavernícola.
Los hombres somos destructores de mundos. Esa parece ser nuestra misión en el gran escenario del cosmos. Pero nuestro potencial destructivo no es ni ha sido en vano. Nuestras máquinas trituradoras hay devastado valles y reducido selvas enteras al nivel de áridos desiertos. No obstante, al mismo tiempo hemos erigido las pirámides y descubierto el átomo. La nuestra es una destrucción creativa pero, creativa y todo, es hora de que nos hagamos responsables por ella. Considero que es tarea capital de nuestro siglo la reintroducción de este mamífero a la fauna del mundo, merced a las nuevas técnicas de clonación de especies animales. Confiado en el porvenir de la ciencia y de la técnica, espero que los hombres de nuestra edad sean capaces de enmendar lo que nuestros antepasados hicieron en la última edad glacial y espero estar dentro de la primera generación de seres humanos en los últimos diez mil años, que pueda admirar a un ejemplar vivo de este gigante de los hielos. Asimismo, espero que lleguen a reaparecer otras bestias admirables de antaño, como el bisonte europeo, el megaterio y el mastodonte. Pero el dodo, jamás.