martes, 10 de febrero de 2009

M*A*S*H


En la sorprendentemente divertida extravaganzza cinematográfica “M*A*S*H”, nos encontramos con un grupo de nobles cirujanos, bien dispuestos a atender a los héroes heridos, mutilados, desgarrados –pero no en el espíritu-, rescatados de los más obscuros intersticios del campo de batalla. Sus picarescas trivialidades –la película no sino una suma de trivialidades- a menos de cinco kilómetros de una de las guerras más terribles del siglo XX hacen una fábula sorprendente acerca de la naturaleza absurda de la existencia del hombre. Y el resultado no sólo es lúcido; es persuasivo. La historia humana es una comedia histérica en la que confluyen el azar y el absurdo. La historia es una sátira de si misma. El desquiciamiento es total y la única manera de eludirlo es el suicidio; “ex nihilo, nihil”. Y Robert Altman se percata de ello. Lo agarra, lo exprime, lo explota. Pone a sus personajes en situaciones estúpidas, da cuerda a la naturaleza. Y el resultado es un desfile de carcajadas, extendido por dos horas de metraje, que incluye suicidios, bromas estudiantiles y apuestas deportivas. Y la guerra es el telón de fondo para el sinsentido y el descalabro.
La gesta trágica de la guerra y la épica virilidad de sus héroes, se encuentran completamente ausentes en “M*A*S*H”. Y no sin buenas razones. Desprovista de los majestuosos atavíos que una la hicieron hermosa, la guerra se ha tecnificado del todo y ha terminado por perder el sentido. La proliferación de bazucas, gas VX, tanques, cazas de combate, rifles, ametralladoras, granadas, helicópteros, jeeps, bombas de racimo, bala dundún y otras varias amenidades han hecho de la guerra moderna un carnaval de ridiculeces mecanizadas que suscitan una legítima burla entre los caballeros de juicio. Tras la máscara de gases, el soldado moderno se nos presenta como un idiota sin rostro, anónimo, mutilado de subjetividad y vulnerable a la inflación. La destrucción gratuita de poblaciones completas es censurada por los hipócritas y los ciegos, pero no trasciende, no es importante. La sangre es reemplazada por el humo. La humanidad queda desnuda frente a su ridiculez. El absurdo comparece –al fin- entre nosotros. El Siglo XX ha llegado a su apogeo. ¿Y qué actitud debiéramos adoptar nosotros, la gente de luces? La respuesta de Robert Altman es “la risa”. De ahí, “M*A*S*H”. Así que sigan los venturosos rumbos del ejército libertador norteamericano por los hostiles caminos de la Península de Corea. Acompañen a Hawkeye Pierce; a “Painless”, “Dago”, “Trapper”, “Hot Lips”, Col. Henry y un elenco estelar. Créanme: no se arrepentirán.
Finalmente, si admitimos la tesis de “M*A*S*H” y aceptamos que la vida no tiene sentido y que la muerte no es nada, ¿entonces qué? A quienes encuentren dificultades en la formulación razonada de esa respuesta, los invito a ver el culo de Britney en su último video.
Nota: Todo comentario que haga referencia a Sastre, Ionesco, Camus o similar, será inmediata y enérgicamente censurado.

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