martes, 17 de marzo de 2009

Respuesta 2

Estimado Sr. Maldonado:

(1) Si bien tiene Ud razón acerca de la reciente creación del Estado Moderno, considero que las relaciones de poder entre los seres humanos se remontan a la aparición de nuestra especie sobre la tierra, posiblemente en el Pleistoceno. En mi opinión, además, ese poder (sí, poder de decisión política) siempre ha estado más o menos concentrado; el jefe tribal o familiar, el señor feudal y el príncipe renacentista comparten un rasgo fundamental: todos detentan una cuota de poder relativamente superior a los demás miembros de sus sociedades respectivas, aún cuando su ejercicio se haya manifestado en una variedad de formas distintas.
(2) En cuanto a su objeción a la máxima “el hombre es el lobo del hombre”, lo único en que puedo convenir con Ud es que estamos en desacuerdo. Yo tiendo a creer que la voluntad del hombre tiende a la perversidad y se rige por móviles egoístas. Por supuesto, me encantaría que me desmintieran.

1 comentario:

  1. Honorable:

    Si usted cree en Dios de una manera en que cualquier explicación de su creencia le parece superflua, es decir, si usted ha llegado a creer en lo que cree no sólo por una suerte de “adoctrinamiento”, querido o impuesto, sino porque ha tenido la gracia de experimentar lo que podría denominarse “momentos sagrados”, no hay argumento ni teórico ni fáctico en el mundo que le pueda demostrar lo contrario, esto es, la no existencia de Dios. Es evidente entonces que resultaría imposible desmentir a Hobbes, si desde su nacimiento vio cernirse sobre su cuna británica, la sombra de la Invencible Armada Española. Porque está, digamos, “condicionado”, y cada línea de texto, cada paisaje, cada acontecimiento histórico, sólo servirá para “reafirmar” esa primaria y ya inveterada creencia. Palabras más, palabras menos, lo que yo cuestiono de este mecanismo vital es que casi siempre se termina apropiando de la totalidad de nuestros pensamientos y de nuestras emociones, sin dejar espacio a las manifestaciones que lo contradicen. Pareciera no ser su caso, aunque su llamativo apego al último antihéroe televisivo, mister House, hombre genial en su especialidad pero emocionalmente mediocre, pareciera anticipar lo contrario. En mi caso, a pesar de sentirme seducido por el prolegómeno kantiano de que el hombre está hecho de una madera muy torcida para que algo derecho pueda salir de él; puedo decirle que he tenido la suerte de haber experimentado “destellos esperanzadores” con ciertas personas, bajo ciertas circunstancias, que me han llevado a poner entre paréntesis, la maldad “natural” del ser humano en general. Obviamente, “una golondrina no hace verano”, como plantean los pesimistas; “pero lo anuncia”, como desean los optimistas.

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